Un viento frío sacudía las calles de la ciudad por las que avanzaba un hombre con la cabeza hundida en el abrigo y baja la mirada. De este modo fue incapaz de ver como la mujer de sus sueños pasaba a su lado. Aunque sí reparó en un guante de lana caído sobre la acera. Lo tomó en su mano con suma delicadeza recreándose en los vivos colores que lucía.
- Disculpe, se me ha debido caer del bolsillo - acertó a escuchar justo antes de perderse irremediablemente en una cálida sonrisa.
9 comentarios:
¿Y qué más pasó?. Es un minirrelato demasiado mini. Supongo que forma parte de esos legajos que tienes por los cajones de casa.
Un saludo.
Asi es. Poco a poco van viendo la luz escritos dormidos en un cajón. Saludos Quevedillo.
Déjame adivinar: la historia terminó en un guantazo.
Sí, es un comentario un poco cenizo, pero por lo general "mi" realidad supera cualquier ficción.
Un abrazo.
Quien crea en el destino pensará que las cosas suceden queramos nosotros o no. Aunque también podemos pensar que la vida suele darnos segundas oportunidades.
Nuestro protagonista miraba al suelo cuando la mujer de su vida cruzaba ante él, pero que ella perdiera un guante le permitió conocerla de igual forma.
Buen relato Manchas, sigue así.
Please, segunda parte y prontito.
M
Pues mis padres se conocieron por culpa de un guante...
Eso se llama recoger el guante... el duelo posterior puede ser a sonrisas, miradas, o besos...
besos.
Un duelo nada doloroso. Bienvenido De cenizas.
Que momento..!
Por favor la
segunda parte!!!
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